Hoy es la TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR
"Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la LUZ. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salió una voz que decía: «
Este es mi Hijo amado, en quien me complazco;
escuchadle.» Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra
llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «
Levantaos, no tengáis miedo.» Ellos alzaron sus ojos y no vieron a nadie más que a Jesús solo. Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”.
REFLEXIÓN
Hoy es la fiesta de la Transfiguración de Jesús. La Transfiguración acontece después del primer anuncio de la muerte de Jesús. Este anuncio transtorna la cabeza de los discípulos, sobretodo la de Pedro.
Ellos tenían los pies en medio de los pobres, pero la cabeza estaba perdida en la ideología dominante de la época. Esperaban a
un rey glorioso.
La cruz era un impedimento para creer en Jesús.
La Transfiguración, donde Jesús aparece glorioso en lo alto de la montaña, era una ayuda para que ellos pudiesen superar el trauma de la Cruz y
descubrir en Jesús al verdadero Mesías. Pero aún así, muchos años después, cuando la Buena Nueva ya estaba difundida por Asia Menor y por Grecia, la Cruz seguía siendo un gran impedimento para que los judíos y para que los paganos aceptaran a Jesús como Mesías. “’La cruz es una locura y un escándalo!”, así decían (1Cor 1,23).
Uno de los mayores esfuerzos de los primeros cristianos consistió en ayudar a las personas a que percibiesen que la cruz no era escándalo ni locura, sino la expresión más preciosa del poder y de la sabiduría de Dios (1Cor 1,22-31).
El evangelio de hoy contribuye en este esfuerzo. Muestra que Jesús vino a realizar las profecías y que
la Cruz era el camino para la Gloria. No hay otro camino.
Jesús cambia aspecto. Jesús sube a una montaña alta. Lucas añade que subió allí para rezar (Lc 9,28). Allí encima, Jesús aparece en la gloria ante Pedro, Santiago y Juan. Junto con Jesús aparecen Moisés y Elías.
La Montaña alta evoca el Monte Sinaí, donde, en el pasado,
Dios había manifestado su voluntad al pueblo, entregando las tablas de la ley. Los
vestidos blancos recuerdan a
Moisés que quedó fulgurante cuando conversaba con Dios en la Montaña y de él recibía la ley (cf. Ex 34,29-35).
Elías y Moisés, las dos mayores autoridades del Antiguo Testamento, conversaban con Jesús.
Moisés representa la Ley, Elías, la profecía: el camino de la gloria tenía que pasar por la cruz.
A Pedro le gusta, pero no entiende.
A Pedro le gusta y quiere asegurarse ese momento agradable en la Montaña. Ellos son como nosotros: tienen dificultad en entender la Cruz.
"Este es mi Hijo amado en quien me complazco; escuchadle". La expresión “Hijo amado” evoca la figura del Mesías Siervo, anunciado por el profeta Isaías (cf. Is 42,1). La expresión “Escuchadle” evoca la profecía que prometía la llegada de un nuevo Moisés (cf. Dt 18,15).
En Jesús, las profecías del AT se están realizando.
Los discípulos no pueden dubitar. Jesús es realmente el Mesías glorioso y el camino para la gloria pasa por la cruz,
La gloria de la Transfiguración lo comprueba. Moisés y Elías lo confirman. El Padre lo garantiza. Jesús lo acepta.
Jesús pidió a los discípulos que no dijeran nada a nadie hasta que él hubiese resucitado de los muertos.
La comprensión total del seguimiento de Jesús no se obtiene por medio de la instrucción teórica, pero sí por el compromiso práctico,
caminando con él por el camino del servicio, desde Galilea hasta Jerusalén